Ya estoy en casa. Debo reconocer que me gusta tanto viajar como volver del viaje. La sensación que me produce el regreso es de auténtico placer. No solo para poder jugar con las notas que voy tomando en el viaje, no solo para poder hacer mis albumes fotográficos que tanto me gustan, no solo para ver a los mios. Es mucho más. Es volver a mi espacio de silencio.
Allá por donde voy percibo que somos una civilización ruidosa. Da igual la sociedad concreta en la que te halles. Siempre hay ruido. A veces disminuye y toma la categoría de "tenue rumor". Pero nunca se apaga. Está ahí acechando.
Quizás por eso me entusiasme la vuelta a casa. Quizás por eso me atraiga la vida digital. Esa vida llena de silencios si uno así lo desea. Sin duda silencios a veces habladores y muy elocuentes, pero al fin y al cabo silencios. Si deseo comunicarme tengo muchas oportunidades de hacerlo. Personas, personajes desconocidos, de los que aprendo através de sus escritos, de sus propias selecciones (ya solo ellas dicen muchas cosas), de los comentarios que los demás van rociando. Es un mundo inmenso en el que curiosamente me siento acompañada sin conocer "en persona personalmente" a nadie, como diría un personaje de Andrea Camilleri.
Después de tantos días en un país como Vietnam, muy atractivo pero repleto de humanidad, esta paz con música de fondo maravillosa (La creación de Haydn) me devuelve la sonrisa un tanto apagada después de millones de segundos de viaje de regreso.
Deseo a todos que tengáis un 2009 genial y en el que consigáis algunas de las cosas que más deseéis.
Poco a poco irá apareciendo el Vietnam que yo he visto. Ahora me toca descansar.
Pie de foto: Saigón a cualquier hora del día y en cualquiera de sus calles. Millones de motos.
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