Confieso que soy una lectora compulsiva. Solo leo lo que me apetece. Si no me gusta, lo dejo. Si me gusta, lo devoro. Soy así. Y como se trata de mi tiempo y espacio libre no deseo cambiar esa dinámica. Estos días mi lectura se ha visto afectada por mi afán por entender cómo se maneja un blog en esta intrincada tela de araña. He aprendido cosas. Quizás no muchas. Pero me he divertido bastante.
Es en ese espacio, privado y mío, repleto de energía y de silencios habladores, donde me siento libre, me siento a gusto y a veces tanto, tanto, que me cuesta salir a la vida exterior, a la que el común de los mortales denomina "realidad" y que yo la identifico como "realidad visible". La otra, mi espacio mío, mi espacio privado, es la "realidad invisible", la no detectable. Aquí no puede haber ficción. No puede haber impostura. No hay ensayo. No hay teatro. Solo existencia.
En la realidad visible hay ficción porque necesitas convivir. Hay ficción porque no puedes mostrar tu esencia en toda su plenitud. Hay ficción porque se ha instalado lo "políticamente correcto". Hay ficción porque nos vemos con frecuencia obligados a impostar: impostar sonrisas, impostar palabras, impostar hechos... impostar, impostar, impostar...
No es mala la realidad visible. Por supuesto que no. Simplemente tiene sus características que a veces pesan demasiado. Tan solo es. Existe sin más. No se puede evitar. Hay que estar ahí. No hay elección. No tiene adjetivos.
Yo tengo suerte. Ahí fuera el espacio me es generalmente grato. Encuentro amistad, cariño, sonrisas y a veces, incluso, complicidad. Pero hay etapas en que las cosas se me descomponen y por eso acudo quizás con mayor frecuencia a esa mi otra realidad.
Mi otro espacio, mi intima e invisible realidad, es el espacio que a mi me da fuerza, el espacio que siempre me será grato. Lo se. Es aquí donde yo crezco. Aquí donde yo soy plena. Este lugar está lleno de palabras: unas se ejecutan, otras permanecen a la espera para ser vividas, las más pertenecen a otra galaxia. Aquí me siento bien.
Cuando llega la Navidad y observo tanto ruido, tanta compra, tanta comida, tanta tensión, tan poca sonrisa, tan pocas palabras, tan pocas miradas... Cuando llega la Navidad y veo que esa realidad visible está llena de masas humanas corriendo de un lado a otro, llena de ruido, de estrés, de prisa... me agobio de tal manera... de tal manera... que decididamente me instalo en mi espacio invisible o...
o me voy de viaje...
...me voy a Vietnam dentro de unas semanas.
Les contaré
3 comentarios:
A mi también me agobia la Navidad tal y como la planteamos. Ya tengo agenda hasta después de Reyes, sin tiempo para MI !!!! Este tiempo precioso que a todos nos falta cada día más, para leer ese libro a medias, para cualquier cosa. Sí, es tiempo de compartir con la familia ... relativamente. También está el resto del año para seguir compartiendo, a mi me satura tantos encuentros tan concentrados.
10 de diciembre de 2008, 23:47Y la historia de regalitos y presentes es la guinda. Es el único momento del año en el que soy monárquico. El resto no :-)
Julián esto que nos pasa es más frecuente de lo que creemos. Una veces estamos obligados a vivirlo, otras podemos escapar. Si puedes, elige tu opción.
11 de diciembre de 2008, 22:32Besos
Me conformaré con que me cuentes con todo detalle tu viaje,ya que yo siempre deseé desaparecer en estas fechas,no me atrevo ni ha llamarlas fiestas.Para mí se han convertido en días de ausencias.
12 de diciembre de 2008, 18:32Bueno ¡¡Feliz tú¡¡DISFRUTA MUCHO MUCHO
UNHA APERTA
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